Sept. 7, 2023, 11:39 a.m.
Aug. 30, 2023, 7:24 p.m.
Aug. 29, 2023, 1:39 p.m.
"Algo va a pasar"
G. M. Tamás
El 12 de diciembre, el Parlamento de Hungría aprobó una ley que permite a los empleadores exigir a sus trabajadores hasta 400 horas extraordinarias al año, y demorar su pago hasta tres años. La medida propuesta por el gobierno de extrema derecha del primer ministro Viktor Orbán ha provocado protestas masivas sin precedentes desde que llegó al poder en 2010.
Ampliamente ridiculizado como la “ley de los esclavos”, la propuesta podría obligar a los húngaros a trabajar un día más a la semana, cuyo pago retrasado probable quedaría erosionado por la inflación. La manera en la que ha sido aprobada esta ley - gracias al rodillo parlamentario de un gobierno autoritario, independientemente de sutilezas constitucionales - la ha convertido en una batalla más amplia por la democracia húngara.
Durante la última semana, grandes manifestaciones se han extendido por todo el país. La más grande hasta el momento ha tenido lugar el pasado domingo en un Budapest congelado, con 15.000 participantes. Pero después de una serie de protestas y bloqueos, los sindicatos están pensando en convocar una huelga general en enero. Dirigido por los sindicatos y los estudiantes, el movimiento también incluye a todos los partidos opuestos al gobierno de Orbán .
David Broder habló para Jacobin con el escritor y filósofo húngaro G.M. Tamás, participante en las protestas, sobre la ‘ley de los esclavos’, los orígenes del movimiento, y la amenaza que supone para Orbán.
¿Por qué la ley de las horas extras se ha convertido en un catalizador deldescontento? ¿Estas protestas tienen precedentes en otras movilizaciones antigubernamentales recientes? ¿Cómo están organizadas, y cómo han tratado de hacerse oír?
Estas protestas tienen lugar en medio de un creciente descontento en toda la región, con grandes manifestaciones en Rumania, Eslovaquia y Serbia (motivadas por varios factores, pero de alguna manera con un contenido anti-sistémico). Y también, en medio de una mayor inestabilidad en toda Europa, desde España a Gran Bretaña, Francia y Alemania. Sin embargo, las protestas en Hungría también han sido provocadas por una serie de factores más específicos, algunos de ellos fortuitos.
En Hungría, los hábitos constitucionales y las reglas parlamentarias exigen que leyes tan importantes como la de horas extras sean objeto de debate parlamentario profundo y extenso, con consulta a las partes interesadas, en este caso los sindicatos y los empleadores. El gobierno se ha ahorrado todo ello presentándolo como un “proyecto de ley de diputados independientes” pero utilizando la firma de dos parlamentarios de la mayoría, permitiendo que fuese aprobada sin mucho alboroto en un solo día.
La oposición intentó una maniobra obstruccionista proponiendo más de dos mil enmiendas, pero el presidente de la cámara decidió (ilegalmente) que podían ser rechazadas con un voto único conjunto. La oposición ocupó la presidencia de la cámara e impidió que continuase el orden del día con silbatos y trompetas, gritos y alborotos.
Todo esto fue transmitido en vivo por televisión e Internet. Por la noche, tuvo lugar una manifestación improvisada, espontánea, en la plaza del Parlamento de Budapest (Kossuth tér). Al día siguiente, los estudiantes de izquierda iniciaron otra concentración en el mismo lugar, donde tuve el honor de dar el primer discurso. Pero todo esto se inserta en la manifestación previa contra el cierre de la Universidad de Europa Central , que fue obligada a trasladarse a Viena y en contra de otras medidas de represión contra las universidades y los institutos de investigación, donde también he hablado, y donde ya había voces exigiendo una plataforma reivindicativa conjunta de los estudiantes y los trabajadores. “Solidaridad Estudiantes-Obreros”, ha sido la consigna más popular.
Al día siguiente, los parlamentarios de la oposición trataron de que las reivindicaciones populares fueran leídas en la televisión estatal - de hecho, alrededor del 90 por ciento de todos los medios de comunicación se han subordinado a la extrema derecha en el poder, por diversos métodos, y no informan de las reivindicaciones populares - acompañados por varios miles de personas bajo la nieve. Los parlamentarios tienen derecho a entrar en cualquier institución del estado, así que pudieron entrar en el edificio, pero su solicitud de una entrevista fue rechazada.
Los diputados de la oposición pasaron la noche en el edificio de la televisión y durante la madrugada fueron brutalmente expulsados por fuerzas de seguridad de una empresa privada propiedad del Ministro del Interior, el general Pintér. Ello supuso un punto de inflexión, y las protestas se ha convertido en permanentes. Hay cortes de carreteras y manifestaciones por todas partes, iniciativas de Internet incesantes, folletos, chistes, canciones, videoclips, gifs, y memes. Hay un ambiente alegre de revuelta y la expresión masiva de desprecio con humor del régimen Orbán, en un país normalmente taciturno y apático.
Parece que la oposición es muy diversa, desde la izquierda liberal a Jobbik, conocido internacionalmente como un partido de extrema derecha. ¿Qué reivindicaciones comunes tienen? ¿Ha cambiado Jobbik de curso? ¿Qué papel han desempeñado los sindicatos en la movilización, qué tipo de trabajadores están involucrados?
Los partidos son - después del comportamiento bastante valiente de los parlamentarios - aceptado por ahora por los manifestantes. Sin embargo, sus ideologías y las diferencias entre ellos son totalmente ignoradas. Lo único que importa es su grado de voluntad de resistir. Los partidos como tales no tienen reivindicaciones especiales en este momento, sólo se están haciendo eco de las peticiones de los manifestantes y de los sindicatos, que incluyen el rechazo de los nuevos tribunales administrativos (una ley aprobada el mismo día que la ley de horas extras, con métodos igualmente cuestionables), la reforma de los medios de comunicación públicos, y sumarse a la fiscalía europea. Esta última petición está motivada por la falta de voluntad de la fiscalía de Hungría, dirigida por uno de los principales aliados de Orbán, el Dr. Peter Polt, de investigar los muchos casos flagrantes de corrupción escandalosa en el país.
Jobbik es ahora más bien un partido conservador y parece que han abandonado los últimos vestigios de su pasado fascista y ahora son considerablemente más moderados que el Fidesz de Viktor Orbán (que no es un partido, sino una combinación del aparato estatal y una maquina de propaganda informal, pero altamente centralizada sin afiliados o vida interna). La “izquierda liberal” no aparece como una fuerza independiente: la oposición está unida detrás de los sindicatos y los estudiantes (por el momento), todo es borroso ideológicamente. Pero parece empujado por una dinámica de izquierdas que no se atreve a decir su nombre. Aún así, han aparecido por primera vez banderas rojas en las protestas. Esto ha indignado a los medios de comunicación oficiales, pero no ha habido oposición entre los manifestantes.
Los sindicatos apenas han movilizado; por el contrario, han sido movilizados por los manifestantes, y - hasta la fecha - han respondido muy bien. Han formado comités de huelga y están debatiendo sus opciones, ya que los derechos de los trabajadores a la protestar están terriblemente restringidos de todos modos, especialmente en los servicios públicos (por ejemplo, en los ferrocarriles). La dirección del sindicato había anunciado que si el dócil presidente de Hungría (János Áder) firma la ley (lo que es necesario para que entre en vigor) podría convocar una huelga general, y el jueves 20 de diciembre Áder firmó la ley.
Los sindicatos más fuertes son los de los trabajadores ferroviarios y químicos, los empleados públicos, los maestros y los trabajadores de la automoción, pero la clase obrera no está organizado: las cinco centrales sindicales nacionales cuentan en total con unos 100.000 miembros [en un país de 9 millones]. Para que haya una huelga verdaderamente importante tendrá que ser una huelga salvaje, que se extienda por medios no oficiales. Después de las amargas decepciones de los últimos quince años, la política electoral ha quedado en un segundo plano; nadie parece estar interesado en ella ya. Las diversas facciones de la clase dominante aparecen, de repente, irrelevantes: se trata de una cuestión de “ellos” y de “nosotros”.
¿Qué motivó la ley, y que fuerzas la apoyaron?
Hay escasez de mano de obra debido a la emigración en masa - de hecho, la fuga masiva - de Hungría [alrededor de 600.000 húngaros trabajan en el extranjero ; la población del país es menor de 10 millones, después de haber caído en 1 millón desde finales de 1980]. Es también una medida clásica de recorte salarial: los empleadores podrían de pagar las horas extras con un retraso de tres años, si así lo quieren, y con la tasa actual de inflación, esto les permitirá reducir sus gastos radicalmente. Curiosamente, las organizaciones empresariales - especialmente los fabricantes de automóviles alemanes - han dicho que no tenían ningún interés en la medida ni menor deseo de que se implemente. Piensan que crearía más problemas laborales que beneficios. Es una ley típicamente arrogante y anti-popular de una cuasi-dictadura que quiere resolverlo todo mediante resoluciones administrativas.
Tal es la característica de los regímenes fascistas y post-fascistas: la primacía de la política, el triunfo de la voluntad. En tales regímenes, el poder puede ser ejercido en el interés de la clase capitalista, pero no por la clase capitalista. Los edictos del líder supremo reemplazan la gestión gubernamental mediante el consenso de la burguesía. Hay un abierto desdén por la gente, por los plebe misera contribuens- el humilde populacho que paga impuestos.
Orbán aparentemente cree que la propaganda racista (y la discriminación real contra el pueblo gitano) eclipsa todo lo demás. Tuvo éxito durante cinco años más o menos, pero no parece capaz de durar para siempre. Lo que he llamado “post-fascismo” y “etnicismo” no está dirigido directamente contra las actuales protestas (aunque los medios de comunicación del estado de extrema derecha las presentan como un movimiento “pro-inmigrante”). Pero parece ineficaz en la coyuntura actual.
Se informó el miércoles que la policía en el noreste del país habían pedido públicamente el pago inmediato de sus propias horas extra, pero que no se asociaron a las protestas. ¿Qué posibilidad existe de que este descontento se extienda a partes del propio aparato estatal? ¿Cuál es la reacción de los medios de comunicación estatales?
Se sabe que la policía está insatisfecha con sus condiciones sociales (tienen muchas horas extra y las nuevas regulaciones suponen una carga insoportable adicional). Se dice que muchos simpatizar en privado con los manifestantes, pero es una organización militar - es disciplinada y obediente.
El aparato estatal ha sido purgado varias veces, decenas de miles de funcionarios públicos han sido despedidos sin la menor explicación, y los técnicos están siendo en todas partes reemplazado por miembros de la extrema derecha escasamente cualificados (el gobierno también está tratando de extender esto a las universidades, institutos de investigación y las instituciones culturales). Sin embargo, los trabajadores más jóvenes se van al sector privado o emigran (no hay médicos y enfermeras en los hospitales, no hay maestros, especialmente en las provincias, y no hay ingenieros en las fábricas).
En cuanto a los medios de comunicación del estado - y esto implica casi todos los medios de comunicación, abierta o encubiertamente - han sucumbido a la paranoia totalitaria: todo es resultado de una conspiración extranjera, que trata de socavar nuestra gentil virilidad blanca y cristiana. Las protestas están supuestamente causadas por “marxistas culturales”, “feminazis”, “globalizadores cosmopolitas,” y por el “lobby gay”, por no hablar de las fuerzas pro “mestizaje” que importan musulmanes para destripar la nación, para acabar con su esencia húngara.
Fuentes gubernamentales, como era de esperar, han descrito las manifestaciones como pequeñas y manipuladas por las élites y los George Soros de este mundo, y al mismo tiempo hacen hincapié en la falta de popularidad de los partidos de la oposición, aplastados en las elecciones de abril. ¿Cómo estima la profundidad del apoyo público a las protestas? ¿Qué actitud han tomado fuerzas liberales?
Es usted demasiado educado. En lugar de “élite” diga judios o la trama judeo-masónica-Illuminati. Los medios oficiales llaman a los trabajadores “siervos de Soros”: así es lamentable, realmente. Los partidos de la oposición, como he dicho antes, no cuentan en este momento. En cuanto a al apoyo público, las encuestas nos dicen que el 83 por ciento de la población está en contra de la Ley de horas extras, que es conocida como “la ley de los esclavos”. Las fuerzas liberales -, es decir, algunos periodistas - apoyan de todo corazón las protestas, así como los conservadores anti-Orbán.
Orbán no ha reaccionado públicamente a las protestas. ¿Cuál es su estrategia? ¿Es fuerte su posición dentro de su propio partido y el gobierno?
Orbán no ha dicho una sola palabra desde el comienzo de las protestas. No quiere estar asociado con algo que pudiera resultar demasiado impopular la próxima semana, aunque su instinto político es brutalmente represivo. Es el mejor enemigo del pueblo húngaro: astuto, inteligente, taimado, paciente, diligente y despiadados. Es respetado y odiado. En su “partido” - que no movimiento, sin afiliados, simplemente apparatchiks - es, por supuesto, inmensamente respetado, y también paga bien.
Orbán es uno de los hombres más ricos de Europa (a través de intermediarios y empresas ficticias; su de conglomerado de prensa suma 176 medios de comunicación en un pequeño país de 9 millones de personas). Es un adversario temible, pero su suerte parece estar abandonándole. Ha cometido grandes errores: a la gente le importa un bledo el parlamento, pero su abierta y pública violación de la ley es un poco demasiado, como su alarde de la lujosa vida de su familia, y la compra de palacios ducales por sus lacayos. El traslado de su oficina al Castillo Real de Buda es una auténtica pasada.
Las calumnias contra los manifestantes y los frenéticos insultos de la propaganda del Abteilung [“departamento” en alemán] pueden haber sido un error. Todo el país considera que se le ha faltado el respeto. Algo va a pasar.
https://jacobinmag.com/2018/12/hungary-protests-viktor-orban-work-overtime
Con la “ley de esclavitud” retrocedemos a los años 60
György Károly
Los sindicatos y trabajadores húngaros se están manifestando contra una ley que elevará el techo legal de horas extraordinarias a 400 al año. Esta medida tendría efectivamente como resultado una semana de seis días, o bien una jornada laboral de diez horas diarias cinco días a la semana. Si bien las horas extraordinarias seguirían siendo optativas, será difícil que los trabajadores se resistan de modo eficaz a las demandas de trabajo extra por miedo a que les despidan.
Las recientes manifestaciones en las calles, a las que se han sumado estudiantes universitarios, se han visto señaladas por frecuentes momentos de tensión y altercados que han causado varios heridos. Para entender mejor la situación en el país, entrevista Massimo Congiu, del diario italiano il manifesto, a György Károly, director de política europea de la Confederación Sindical Húngara (MaSZSZ).
A esta ley se le ha denominado “ley de propietarios de esclavos” y “ley de esclavitud” por parte de sindicatos y trabajadores, que esperan un empeoramiento de una situación ya mala. Pero ¿cuáles son los peores aspectos de esta ley?
El peor aspecto de esta ley estriba en que crea un mayor desequilibrio en la relación entre empleador y empleado, en favor del primero. Queda igualmente claro que este anteproyecto acabará esclavizando a los empleados, convirtiéndolos en siervos de su lugar de trabajo, colocándolos en una posición de ineludible subordinación en relación a su patrono. Cuando un empleado reciba una petición de trabajar horas extra, le resultará difícil decir que no, dado que tendrá miedo a perder su trabajo, y debido a que tendrá la impresión en efecto de que le están chantajeando. Esta ley hace retroceder el reloj a los años 60, cuando la gente trabajaba también los sábados. Recuerdo cuando era niño que el único día que la familia podía pasar un tiempo todos juntos era el domingo.
¿Cuál es la situación del mercado de trabajo en Hungría?
Por un lado, existe un nivel relativamente bajo de desempleo, que se ha estimado en cerca de un 3.7 %. Sin embargo, para llegar a esta cifra el gobierno ha contado a los trabajadores temporales y a los húngaros que trabajan en el extranjero como ‘con empleo’. Por otro lado, hay demanda de trabajadores: unos 500.000-600.000 húngaros se han ido fuera, al extranjero. No hay puestos de trabajo en las regiones orientales del país, mientras que en los sectores industriales y de ventas no hay trabajadores suficientes. Para dar una descripción más complete del mercado laboral húngaro, deberíamos hablar también de la falta de trabajo cualificado y, sobre todo, del hecho de que los salarios no están ajustados al coste de la vida. De acuerdo con las últimas estadísticas, el salario medio neto es de 240.000 forintos, que es el equivalente de 750-760 euros, mientras que el salario mínimo neto es de 285 euros. Mientras tanto, el nivel de subsistencia mínimo es de 283-284 euros.
Parece que este gobierno no se distingue por su sensibilidad a las cuestiones laborales.
El gobierno dice que quiere crear una sociedad fundamentada en el trabajo, esto es lo que sigue afirmando el primer ministro. Es algo que a los italianos les resulta bien conocido por su propia historia: me refiero a su propia historia de principios de los años 30, bajo el dominio de Benito Mussolini. Pese a toda la retórica, las regulaciones existentes en Hungría relativas a la fuerza de trabajo, que son las que contiene el Código de Trabajo que entró en vigor en 2012, no son desde luego favorables a los empleados, y lo que está sucediendo no es más que otra confirmación de esta tendencia.
¿Cómo ha reaccionado hasta ahora su sindicato a todo esto, y qué planea hacer para oponerse a la política laboral del gobierno de Orbán?
Nos manifestamos un día tras otro. El 8 de diciembre tuvo lugar la primera manifestación de protesta organizada por los sindicatos. El domingo [día 9] hubo una nueva manifestación. Además, en los últimos días ha habido iniciativas a lo largo y ancho del país para bloquear el tráfico y hacer nuestra protesta aún más visible. Todas estas iniciativas están saliendo adelante con el apoyo de los estudiantes, que son los trabajadores del mañana. El sábado [día 8], László Kordas se dirigió a la residencia del presidente húngaro para entregarle una carta con nuestra petición de devolución de esta ley al Parlamento, pero fue rechazada. Por consiguiente, nos dirigiremos a la Comisión Europea para denunciar las disposiciones de esta ley, que contradice las directivas europeas sobre horarios laborales. Las diversas organizaciones sindicales han establecido un marco de coordinación común, que valorará las iniciativas que llevaremos a la práctica en enero, puesto que está previsto que la ley entre en vigor el primer día del mes que viene. Pero si el presidente tuviera que devolver la ley al Parlamento, su entrada en vigor se vería retrasada.
¿Cuál ha sido la reacción hasta el momento por parte de los trabajadores y el público en general?
Una encuesta que hemos realizado mostraba que el 86 % de todos los trabajadores están en contra de esta disposición. De acuerdo con otro sondeo realizado esta semana, el 81% de la población general es de la misma opinión. Además, esta ley se aprobó sin consulta alguna con las partes interesadas. Se trata técnicamente de una enmienda que se presentó como moción individual, lo que tuvo como resultado un uso inapropiado de los procedimientos parlamentarios, pues, como ya he apuntado, no se ha visto sometida a una auténtica consulta. Se trata de una práctica a la que Orbán ha recurrido muchas veces en años recientes.
il manifesto, 17 de diciembre de 2018
June 3, 2021, 12:40 p.m.