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Las indignas políticas de la Memoria Histórica de la Unión Europea y del Gobierno español

Espacioindependiente nº 327, jueves 10 de octubre, 2019 http://elespacioindependiente.wordpress.com/:f:info.espacio.independiente

 

Las indignas políticas de la Memoria Histórica de la Unión Europea y del Gobierno español

El franquismo, como régimen criminal, se ha constituido con el paso del tiempo en una asignatura política e histórica que, tanto en el terreno estatal español como a nivel internacional, duerme en el olvido y, por tanto, en la impunidad más absoluta de las políticas oficiales, tanto de la Unión Europea como de los gobiernos españoles.

Ahora, se pretende la exhumación oficial de los restos del dictador -para desvincularlo del monumento al crimen que se elevó en el Valle de los Caídos-, a lo que, en última instancia, se opone la Iglesia a través de la secta de los benedictinos. Ya es hora de poner término al “culebrón” oficial y también de proceder a exhumar los restos del dictador. Y con él, todo lo queda del franquismo como sistema político con todos sus privilegios y con todo lo que ello implica.

  El 24 de agosto de 2018, cuando se volvió a modificar la Ley de Memoria Histórica para posibilitar dicha exhumación -que permitió el 24 de septiembre 2019 la resolución favorable en tal sentido del Tribunal Supremo-, se ponía en marcha una maniobra legal contra la Verdad, Justicia y Reparación. Por ello, desde la ONU, el presidente Sánchez pretendía haber acabado con las demandas de Verdad, Justicia y Reparación, que impulsa las políticas democráticas de la Memoria Histórica, declarando al respecto: “hemos cerrado simbólicamente el circulo democrático, con una gran victoria de la democracia española”, anhelando que con lo realizado se pone fin “a un capítulo oscuro de nuestra historia”.

Se le ve con muchas prisas a Sánchez para devolver la Memoria al cajón del olvido. Y ello cuando no ha empezado a sacarla del tapado oficial, obviando los crímenes del franquismo y la misma necesidad de una verdadera exhumación democrática de ese régimen criminal, para cuya prolongación hace funciones de Presidente, poniendo en cuestión los privilegios y poderes de sus herederos. Prisas que le llevaron en el mismo artículo 10 de la Ley de la Memoria a dividir a las víctimas de los crímenes del franquismo en razón de que la condición de víctimas dependía del tiempo en que lo fueron: antes o después del año 1978, con el único fin de imponer la impunidad a ambos periodos.

La primera ley de la Memoria, aprobada con Zapatero en la presidencia del gobierno, cumple ahora doce años, y el balance que se puede y debe hacer de dicha ley es que solo ha servido para marear la perdiz y para negar los derechos de las víctimas. Las mismas reformas de Sánchez introducidas en la Ley de la Memoria, en sustancia, no pretenden ir más lejos que el texto primitivo, y ya sabemos aquello de que lo que no mejora, empeora.

En su día, dicho texto de ley no fue entendido sino como un nuevo intento oficial de profundizar en la vía del olvido y sobre todo de las políticas de impunidad, manteniendo la plena vigencia de la Ley de Amnistía, como ley de punto final. Lo mismo que hizo el régimen en todo momento a lo largo de su historia para romper el hilo rojo de la reconstrucción de las políticas sociales, democráticas, republicanas y laicas. Los apoyos a dicha ley se fueron diluyendo quedando reducido a un proyecto más del fracasado plan de “reconciliación nacional”. El olvido y la impunidad prevalecen en todas sus formas para tratar de proteger el consenso político establecido en torno a la Constitución del 78, que es el que mantiene el régimen monárquico-continuista del franquismo.

La desaparición de los últimos combatientes de la guerra y revolución española, de la resistencia antifranquista, obliga a un sobreesfuerzo por restablecer la continuidad de ese hilo rojo de la independencia política y sindical frente a todas las políticas de colaboración y consenso, de olvido e impunidad.

Las políticas oficiales del Estado español, tratando de borrar la memoria política democrática, vienen a coincidir en lo esencial con las que se practican en la Unión Europea. El Parlamento Europeo acaba de aprobar una resolución por la que se equipara el comunismo con el nazismo.

Esta iniciativa normativa europea nace en un nuevo aniversario del Tratado Internacional Ribbentrop-Molotov, entre el régimen de Hitler y el de Stalin, para repartirse Polonia. Esta ley de Memoria Histórica Europea considera que “la Segunda Guerra Mundial, devastadora de la historia de Europa, fue el resultado del infame “Tratado de no Agresión” nazi-soviético de agosto de 1939, también conocido como Pacto Molotov-Ribbentrop.

La verdad histórica es que Hitler, para comenzar la guerra mundial -después de apoyar a Franco a aplastar la República y la revolución española-, para atacar a Polonia y comenzar la guerra contra Gran Bretaña y Francia, necesitaba la neutralidad “amistosa” de los que dominaban en la URSS, además de un acuerdo comercial para disponer de sus materias primas. El pacto germano-soviético  fue una capitulación de Stalin frente al imperialismo fascista con el objetivo de salvar la burocracia soviética que se impuso a la revolución de 1917.

El imperialismo europeo, que representa la UE y sus políticas reaccionarias contra los trabajadores y los pueblos, está muy interesado en confundir estalinismo con comunismo, como si fueran la misma cosa. El antagonismo entre el capitalismo francés y alemán en la lucha por la hegemonía de Europa, que vino a tomar la forma interesada de “democracia contra fascismo”, encubría la guerra por un nuevo reparto imperialista del mundo. Una guerra reaccionaria desde sus partes fundamentales. La lucha de los partidos obreros no consistía en ayudar a ninguno de los campos imperialistas sino en lograr sus propios objetivos contra la guerra.

Los Estados y gobiernos capitalistas europeos que precipitaron a los pueblos a la masacre, cuyos continuadores se sientan en los puestos de manado de la UE, pretenden negar su responsabilidad política histórica. La Segunda Guerra Mundial imperialista no fue resultado de la voluntad de un dictador u otro, sino de la exacerbación de las contradicciones de los intereses capitalistas internacionales. La lucha de los nazis por un “espacio vital”, y la justificación racial del “antisemitismo” no era sino el camuflaje del expansionismo imperialista alemán. Los gobiernos “demócratas” europeos de la época tenían a Hitler como ariete de su lucha contra el movimiento obrero independiente. Y tanto Hitler como Mussolini ocuparon, como fue el caso de Franco, la primera plaza de los bandidos y criminales imperialistas.

La indignidad de la Unión Europea pasa ahora por negar la lucha contra la impunidad de los trabajadores y de los pueblos contra los capitalistas y sus regímenes, tal y como hace la Ley de la Memoria Histórica española.

  • Oct. 10, 2019, 1 p.m.

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